Enriqueta Valdés (38), conductora de bus de transporte público: “La gente ha dejado atrás la idea de que las mujeres conducimos mal”.
Hasta hace algunos años, Enriqueta Valdés (38) no tenía ninguna conexión con el mundo del transporte. Con un hijo adolescente, vivía en la comuna de Estación Central y trabajaba en turnos rotativos, a veces nocturnos, atendiendo consultas del área de servicio al cliente de una tienda de retail online. “Me dedicaba a temas logísticos. Era un trabajo más bien administrativo y se trataba de dar solución a los clientes cuando no les llegaba un producto o recibían algo que no era lo que habían pedido”, recuerda. En ese momento, jamás habría imaginado que meses después estaría estudiando y preparándose para ser conductora de un bus del transporte público. “Estaba trabajando todavía en mi antiguo cargo cuando me llegó una notificación”, comenta.
Hace varios años, Enriqueta se había inscrito en una lista informativa sobre capacitaciones laborales y fue así, de forma totalmente inesperada, que leyó por primera vez sobre la oferta de trabajo como conductora. La idea se plantó como una semilla en su mente que la llevó a decidirse por emprender un nuevo desafío, dando un giro en 180 grados a lo que era su rutina en ese momento. “Me pregunté cómo sería esto de conducir buses y me generó curiosidad”, explica y comenta que lo vio como una oportunidad de abrirse camino en un rubro con constante demanda laboral. Así, decidió arriesgarse y postular.
Con el apoyo de su hijo y su pareja, quienes la incentivaron a intentarlo, Enriqueta se inscribió en un curso de capacitación para obtener la licencia de conducción A3 que la habilita a manejar vehículos de transporte de pasajeros como taxis, ambulancias, transporte escolar y buses de cualquier capacidad. “Tuve harto apoyo y buenos comentarios. Mi familia me conoce y sabe que soy súper radical. Cuando me decido por un cambio, lo hago totalmente”, explica. Recuerda que, cuando comentó el tema por primera vez a su hijo, él le insistió que se atreviera. “Me dijo ‘te conocemos mamá y sabemos que eres capaz de todo’. Tuve muy buena vibra y muy buena energía desde el principio. Con eso me dieron más ganas de seguir adelante”, dice.
Semanas después, ya era parte de un curso compuesto por casi 20 alumnos —la mitad de ellos mujeres— y comenzaba su formación como conductora profesional. Luego de varios meses de estudio y capacitaciones postuló a la empresa de la que hoy es parte, Buses Vule S.A., uno de los 5 operadores del sistema de transporte urbano de la Región Metropolitana, RED. A pesar de que puede ser una ocupación atípica para una mujer, Enriqueta explica que esa misma energía positiva que recibió de sus cercanos la tuvo con sus compañeros de estudios y de trabajo. Y sigue siendo la tónica para ella a bordo del bus.
Actualmente, Enriqueta cruza Santiago desde el poniente hasta el centro en el recorrido I09. Explica que disfruta de ser parte integral de un rubro que, hasta hace solo algunas décadas, se consideraba territorio exclusivo de hombres, pero que se abre cada día más a recibir a nuevas conductoras. “La gente ha dejado atrás la idea de que las mujeres no podemos hacer esto o que conducimos mal”, comenta. “Ese chip ha cambiado bastante y sobre todo en las generaciones más jóvenes”. Enriqueta comenta que durante su tiempo trabajando en esta área lo más común han sido las felicitaciones y el reconocimiento por ser una conductora mujer. “Son muy pocas las personas que te miran raro o que te hacen comentarios desubicados. Sé que a otras colegas les ha pasado, pero a mí no”, explica. Y agrega que incluso en esas experiencias negativas que a veces se comentan entre compañeras han sido mujeres las que han preferido no subirse al bus porque la conductora es mujer.
Pero a pesar de que sabe que aún existen ciertos prejuicios, le entusiasma su trabajo y su recorrido. “Nunca imaginé cómo iba a ser este trabajo. Me impresionó el tema de las dimensiones del bus, lo grande que es y la sensación de conducir y mirar hacia atrás la cantidad de gente que viaja contigo. El peso del vehículo es muy distinto a cualquier otro que hubiese manejado antes”, explica. Otra de las aristas inesperadas con las que se ha encontrado en la conducción de buses de gran tamaño es que se trata de un trabajo lleno de adrenalina y muy dinámico. “Todos los días pasa algo diferente”, explica. “Estoy muy satisfecha, porque siento que me arriesgué y eso ha dado frutos”.