Baños de hielo, una tendencia que trasciende temporadas

Baños de hielo, una tendencia que trasciende temporadas


 

Los baños de agua helada o cold plunges son un concepto que tiene más de 500 millones de vistas en TikTok, pero que ya traía adeptos incluso antes de que se creara esta red social. Se trata de una práctica que ha ido saltando de una plataforma a otra, y que suma más y más adeptos desde sus inicios como contenido viral en Instagram. Pero a diferencia de muchos otros trends de redes sociales, los baños de hielo parecieran no pasar de moda. Por el contrario, se han vuelto una práctica que cada vez cuenta con más respaldo y, contrario a lo que suele suceder con los desafíos online, hoy se consolida como un paso clave en las rutinas de salud de miles de personas.

Los orígenes de los baños de hielo se remontan al Imperio Romano pero, en la era moderna, es una estrategia utilizada por deportistas de alto rendimiento para acelerar la recuperación del cuerpo después de la actividad física y por algunas personas como terapia para problemas musculares y articulares. Y si bien en nuestro tiempo el uso terapéutico del frío hizo su reestreno de la mano del #icebucketchallenge, —que invitaba a los usuarios a hacer una donación de 10 dólares y lanzarse un balde de agua con hielo sobre el cuerpo para una organización de beneficencia—, los baños de agua fría han ido ganando terreno y adeptos porque van más allá del humor, el sentido de pertenencia o incluso la adhesión a causas sociales. La evidencia de sus beneficios ya no es solo anecdótica, sino que ha sido avalada por especialistas.

Según un estudio publicado el año pasado por investigadores noruegos, la inmersión en aguas frías puede “disminuir o transformar el tejido adiposo, reducir la resistencia a la insulina y mejorar la sensibilidad a esta”. Como consecuencia, el documento señala que es una práctica que ayudaría a proteger la salud cardiovascular, combatir la obesidad y mejorar otros efectos de enfermedad metabólica. Y si bien los estudios no son completamente concluyentes —todavía existen pocas investigaciones al respecto y las muestras estudiadas no han sido masivas—, quienes han incorporado los baños de agua fría en su rutina, ya sea de forma diaria o semanal, observan numerosos cambios que trascienden la salud física.

En una presentación realizada por el neurocientífico de la Universidad de Stanford Andrew Huberman para su podcast sobre ciencia y su aplicación en la vida diaria, el especialista explicó los efectos del frío en el sistema nervioso. Huberman destaca que el frío actúa como un gatillante de estrés en el organismo y ha sido identificado como uno de los estímulos que activan la liberación prolongada de dopamina en el cuerpo. Esta molécula, también conocida como uno de los neurotransmisores de la felicidad, es capaz de mejorar el estado de ánimo, aumentar los niveles de atención y concentración y mejorar la capacidad de cumplir objetivos. “Incluso breves exposiciones al frío pueden causar un aumento en los niveles de dopamina y una mejoría del ánimo, la energía y la concentración duraderas”, explica el científico.

Según explica Huberman, el cold exposure therapy o terapia de exposición al frío no requiere de implementos sofisticados ni de vivir a la orilla del mar o de un lago. Versiones más moderadas de esta técnica pueden producir efectos positivos en la salud física, pero sobre todo mental. La recomendación del experto es implementar un protocolo de exposición al frío que dure alrededor de 10 minutos semanales. Lo ideal es dividir estas sesiones a lo largo de la semana para que cada una tenga una duración de 5 minutos como máximo. Además, si bien en redes sociales se suele ver a influenciadores sumergiéndose en aguas gélidas o semi congeladas o en tinas llenas de hielo y agua, no es necesario llegar a esos extremos para obtener los beneficios del frío. “La temperatura del agua debiese ser incómodamente fría pero segura para ser capaces de mantener el cuerpo sumergido por algunos minutos”, explica Huberman. Pero incluso las exposiciones más breves —unos segundos bajo el agua fría después de terminar la ducha— bastan para que se libere epinefrina y norepinefrina en el cuerpo. Dos neuroquímicos que aumentan la sensación de agitación, pero que también, cuando se mantienen elevados por un tiempo más prolongado como ocurre con el cold exposure therapy o terapia de exposición al frío, aumentan los niveles de energía física y psíquica que podemos destinar a otras actividades del día a día.