Caroline Ward, coach

Caroline Ward, coach: “En Chile hay un sistema que crea competencia y eso es algo muy malo, porque provoca que en lugar de que las mujeres se unan, terminen compitiendo”.

Fue después de la muerte de un gran amor que Caroline Ward se dio cuenta de que quería ayudar a otros a descubrir sus propias virtudes y talentos. Así, poco a poco, se convirtió en coach, un término que aunque hace 30 años era prácticamente inexistente, actualmente define su destreza: ha viajado por más de 60 países impartiendo programas de evolución espiritual, en el mundo corporativo ha empoderando y ayudando a mujeres a encontrar sus capacidades y descubrir sus propias habilidades; y ha publicado varios libros en los que entrega algunos consejos de lo que asegura es indispensable para cambiar el mundo.  “La vida me hizo ver que las mujeres somos muy necesarias para transformar, y que es importante convertir la feminidad del patriarcado en un femenino profundo, ese con contención y capacidad de intuición. Las mujeres somos capaces de mirar la totalidad, de nutrirnos para nosotras, pero también para el resto”.

Aunque el empoderamiento de la mujer ha sido central en su carrera, no es lo único que la mueve. Y así se puede ver en el capítulo dedicado a su trabajo en el documental 4 Mujeres en Sinfonía. Enfocado en la organización del Concierto por la Hermandad que nació con la idea de que la música clásica dejase de ser solo para algunos y pasar a a ser una herramienta para reunir a hombres, mujeres, jóvenes, adultos y ancianos, sin importar su procedencia, Caroline Ward enseña ahí diferentes maneras para que entendamos la importancia que tienen la salud mental y el amor propio para hacer cambios.

¿Qué te llevó a dedicarte al coaching?

Cuando tenía 27 años me sentía perdida en el mundo y buscaba dónde encajar. Probablemente la gente que me conoció en ese momento pensaba que yo era exitosa y feliz, pero la verdad es que por dentro no lo era. Trabajaba como actriz y era agente de actores, pero el cambio empezó cuando me enamoré, a los 29 años, de un hombre de 42. Fue realmente un enamoramiento de Hollywood. Él era un actor maravilloso, con una voz increíble, guapo, lindo, inteligente. A los dos meses le declaré mi amor y la relación se comprometió. Tres meses después, sin embargo, le diagnosticaron un cáncer terminal. En esos últimos cinco meses que vivimos antes de que muriera cambiamos totalmente nuestra forma de vivir. Y eso me marcó, porque entendí que la vida la creamos de adentro hacia afuera. Aprendí que nuestros pensamientos, creencias, emociones, traumas y dones crean nuestra salud, nuestra felicidad y nuestro camino. Fue un tiempo desafiante e increíble que vivimos con un compromiso a la vida que nos llevó a encontrar la alegría sin importar las circunstancias. Fue un tiempo lleno de amor, de gratitud, de dicha. Después se hizo más difícil para mí, pero esos cinco meses me sirvieron para descubrir que puedo acompañar a las personas en su camino de transición. De cualquier transición. Y así empecé

¿Cómo partiste?

Preguntándome qué tenía para ofrecer. Y me di cuenta de que lo que más me gusta es mirar los talentos, me gusta ver cómo florecen esos dones. Toda mi energía y mis capacidades las pongo en eso, en escuchar profundamente para ayudarles a ver el camino. Cuando uno encaja con lo que hace todo es más fácil, porque es parte de quién eres. A veces ese camino se vuelve más desafiante, pero los desafíos son buenos. Batallar o luchar a diario para sobrevivir haciendo algo que no es una extensión de quien eres, no es vida.

¿Cómo ha cambiado el mundo femenino respecto a cuando empezaste?

Cuando empecé, hace casi 30 años, ese mundo era uno con mucho menos oportunidades y voz para las mujeres. Y en parte fue eso mismo lo que me llevó a entregarme a esto, a querer trabajar con mujeres de todo el mundo empoderándolas y mostrándoles cómo vivir de adentro hacia afuera. A que vieran cómo las leyes del universo nos dan la posibilidad de ser las protagonistas de nuestras vidas y no a tener que encajar en lo que el patriarcado está dándonos como una pequeña entrada.

¿Cuál es el aporte femenino?

Las mujeres solemos no pensar solo en nosotras mismas, más bien estamos al servicio de la totalidad. Eso hace que al tomar posiciones de liderazgo lo hagamos desde esa naturalidad femenina que implica hacer siempre lo mejor para la comunidad, para la sociedad.

¿Qué enseñanza te han dejado las mujeres?

He aprendido lo importante que es ser protagonistas de nuestras propias vidas, sin importar lo que está pasando. Acá en Australia, por ejemplo, a pesar de todo lo provocado por el Covid, veo que las mujeres están floreciendo, están estables y calmas, y eso es porque trabajan con sus capacidades y recursos internos. Ellas saben que, sin importar lo que esté sucediendo afuera, pueden crear la vida que quieren vivir y así estar contentas, felices y empoderadas.

¿Cómo ves a Chile?

Siento que en Chile aún está esa femineidad del patriarcado, el ser sumisa y bonita para el hombre. Además, hay gran escasez de oportunidades para las mujeres. Hay un sistema que crea competencia y eso es algo muy malo, porque provoca que en lugar de que las mujeres se unan, terminen compitiendo. Cuando las mujeres trabajan juntas el mundo se alivia porque volvemos a lo natural. Tenemos que dejar de anhelar lo poco que está en oferta y volver a lo máximo que tenemos. Ese es el camino.