Cómo decir que no

Cómo decir que no


 

Para evitar potenciales conflictos, discusiones o malos ratos, muchas veces —especialmente las mujeres— no nos atrevemos a decir que no. Accedemos sin querer a diferentes propuestas o peticiones que no solo tienen que ver con lo laboral, también con la vida personal.

 

Puede ser que la socialización haya influido de tal manera que, para las mujeres, decir que no es más difícil, porque se percibe como una respuesta poco complaciente y, con ello, poco femenina. O porque la negativa se asocia con el rechazo o la molestia de quien hace la petición. Pero la costumbre de conectar con las emociones de otros al punto de poner las necesidades de terceros por sobre las propias puede ser tremendamente nociva. Incluso cuando hemos aprendido que acceder y estar disponibles para los demás es un atributo.

Aprender a decir no

Para muchas personas la palabra no tiene una connotación incómoda y es algo que evitamos hacer a toda costa. Por eso, los especialistas recomiendan diversas estrategias para aprender a usar esta poderosa palabra a nuestro favor.

●  Comenzar de a poco: quizás un no rotundo es algo que suena demasiado categórico e incluso violento para algunas personas. Si estamos recién aprendiendo a poner esos límites, un buen recurso puede ser condicionar la petición a nuestra disponibilidad y, en vez de acceder o negarnos, comprometerse a verificar si es posible y si se ajusta con nuestra carga actual.

●  Practica el no: ensayar la negativa puede ser, al contrario de lo que podríamos pensar, una estrategia positiva. No se trata de ponerse en el peor escenario, sino que prever situaciones en las que tendemos a decir que sí cuando la respuesta sincera es un no y prepararnos para ese momento.

●  Tomar una pausa: en vez de responder de manera automática con un sí complaciente para todo y para todos, es importante tomarse un momento para reflexionar. Puede que el silencio resulte incómodo, pero es clave revisar con nosotros mismos y conectar con nuestras emociones antes que acceder a las peticiones de otros.

●  Buscar otro camino: a veces realmente quisiéramos contribuir o asistir a alguien que necesita de nosotros, pero su petición nos deja en una posición difícil. En esos casos la opción es decir que no pero ofrecer una alternativa que sí sea compatible con nuestra disponibilidad y lo que podemos entregar sin transgredir nuestros propios límites en ese momento.

●  Negarse no es sinónimo de dar explicaciones: muchas veces para evitar las posibles consecuencias negativas de un no, tratamos de explicar nuestras razones y justificarnos. Pero hay que internalizar que, decir que no, es siempre nuestra prerrogativa y no es necesaria una causa que nos justifique. Simplemente agradecer por la oferta, la oportunidad o haber sido considerados para una actividad y exponer que no tenemos disponibilidad para ello es suficiente para decir que no de forma respetuosa y compasiva.

Decir que sí cuando en realidad queremos decir que no genera sentimientos de ansiedad y desamparo, porque somos nosotros mismos quienes estamos permitiendo que se transgredan nuestros límites y poniendo en juego nuestro bienestar psíquico y emocional. Aprender a decir que no de forma asertiva es una herramienta no solo para proteger a otros y evitar conflictos, sino que más importante aún, para cuidar de nosotros mismos.