Fernanda Eluchans, enfrentar el cáncer como mamá primeriza de gemelos

Fernanda Eluchans, enfrentar el cáncer como mamá primeriza de gemelos


 

Fernanda Eluchans (35) entró a quimioterapia para tratar su cáncer de mama en una fecha que ella misma define como especial: agosto de 2020, justo cuando sus hijos gemelos, Damián y Pascual, estaban cumpliendo un año. 

 

La noticia del diagnóstico, eso sí, llegó un poco antes, cuando empezaba la pandemia y ella se había detectado una herida en el pezón. Como estaba en período de lactancia, tanto los doctores que consultó, como sus cercanos, atribuyeron la lesión a ese motivo. Pero ni las cremas que le recetaron, ni el tiempo que transcurrió, lograron que la herida sanara. Algo no andaba bien. Después de hacerse una serie de exámenes -entre ellos, una mamografía y varias biopsias-, Fernanda se enteró de que no solo tenía cáncer de mama, sino que también de tiroides; los dos al mismo tiempo. 

"Veo las fotos del primer cumpleaños de mis hijos y tengo sentimientos encontrados. Estábamos en una situación difícil; mi mamá tenía cara de pena y yo estaba con pelo por última vez. En ese momento, valoré poder estar con ellos, porque cuando me diagnosticaron, yo lloraba y, sin entender mucho el proceso que venía, solo pensaba: 'mis hijos no me van a conocer, me voy a morir y no van a saber quién soy'", recuerda Fernanda. 

Para tratar los dos tipos de cáncer que la estaban afectando, Fernanda se tuvo que someter a un tratamiento de 18 ciclos de quimioterapia y 25 sesiones de radioterapia para luego poder entrar al quirófano. Fue ahí cuando se hizo tres cirugías: mastectomía bilateral, extirpación de tiroides y reconstrucción mamaria. "Hubo momentos muy oscuros, donde decía 'estoy en un hoyo y necesito salir'", dice. 

Mientras pasaba por estas intervenciones terapéuticas, Fernanda solo podía visualizar, en su cabeza, una cosa: estar con Damián y Pascual cuando ambos cumplieran 5 años. Esa era su meta. "Creo que si no hubiese tenido a mis hijos, se me hubiese hecho aún más difícil todo, porque ellos me daban la energía que necesitaba para seguir, enfrentarme a esto y proyectarme. Soy muy visual y siempre me acuerdo que durante las quimio trataba de imaginarme estando con ellos cuando tuviesen 18 años. Me veía sana en ese futuro", relata.

Fernanda cuenta que la experiencia de tener cáncer como mamá primeriza le ayudó a conectarse con el goce del presente, aún cuando los efectos físicos de los tratamientos le ponían esa misión cuesta arriba. "Estaba súper cansada, pero tenía la necesidad de estar con mis hijos: olerlos, tocarlos, abrazarlos. Vivía en una ambivalencia. Quería estar con ellos, pero, al mismo tiempo, no tenía energía. Ahí fue fundamental la presencia de mi pareja y mi mamá, quienes me permitían descansar y recuperarme para poder ser buena mamá. Ellos me respetaban mucho esos espacios", agrega. 

Sin embargo, esta enfermedad también la interpeló desde el miedo, especialmente el relacionado a la salud de Damián y Pascual. Y es que, por el historial médico de Fernanda, había una alta probabilidad de que ambos tuvieran una mutación genética asociada al cáncer; parecida a la que a ella le habían detectado mediante un estudio de laboratorio y que explicaba el desarrollo de la patología a tan temprana edad (32 años). "Cuando el médico me comentó esto, me desarmé, porque además era una mutación ligada al cáncer infantil. Así que les hicimos el examen y afortunadamente todo salió bien. Esa certeza de que ellos no lo tenían, era como 'me da lo mismo lo que me pase a mí, quiero que ellos estén sanos'". 

Luego de terminar sus tratamientos e intervenciones quirúrgicas, Fernanda confiesa que le costó volver a trabajar, porque, en su cabeza, seguía en un modo de supervivencia a la enfermedad. Aún creía que le quedaba poco tiempo de vida para estar con sus hijos y su marido. Sin embargo, con el pasar de las semanas, y los resultados positivos de los exámenes, empezó a salir al mundo y dejar esas aprehensiones de lado. “Creo que el cáncer me enseñó lo importante que era mi propio bienestar para ser una mejor mamá, más cariñosa y más contenta. Y en ese sentido, me llamó a no sentir culpa cuando necesito no estar con mis hijos. Así me di cuenta que estaba preparada para salir de mi casa y continuar con mis proyectos personales”. 

Hace dos meses, Damián y Pascual cumplieron 4 años, y Fernanda dice que ahora está segura que los va a ver cumplir 5, que era su meta inicial en el tratamiento. "Va avanzando el tiempo y eso me va dando más certezas de que estoy bien: vital y más consciente. En general, soy cautelosa respecto a mi estado actual, porque obvio que me encantaría decir que estoy en remisión, pero es una enfermedad tan compleja que me da nervio ponerlo en esos términos. Lo que sí es que cada seis meses me hago mis chequeos, que es como la renovación de mi revisión técnica (ríe). Por ahora, está todo bien. Hay que aprender a vivir con eso", dice.