Francisca Contreras, activismo después del cáncer 

Francisca Contreras, activismo después del cáncer 


 

A sus 27 años, Francisca Contreras estaba en un momento álgido. Se encontraba criando a sus dos hijos de 5 y 8 años, terminando sus estudios de Ingeniería en Administración y construyendo una casa propia junto a su pareja. Era 2015 y se empezaba a sentir cansada. Al principio, pensó que ese agotamiento era estrés. Habían sido muchos cambios en poco tiempo. Pero después, un dolor en su brazo le dio luces de que algo andaba mal: era cáncer de mama. 

 

"Fue parar la vida en seco. Para llegar a ese diagnóstico, pasó mucho tiempo, cerca de un año; porque muchas veces los doctores me decían que podía ser estrés o cambios hormonales, pero yo sabía que algo no andaba bien. Fui bien insistente en ese aspecto. Después de cinco ecografías mamarias -en las cuales aparecían solo fibroadenomas, que son tumores benignos-, me hicieron una biopsia y ahí apareció el cáncer", dice hoy, luego de 8 años de ese momento.  

Sus preocupaciones, además, tenían que ver con sus antecedentes familiares. Y es que no solo las tías de Francisca habían tenido la enfermedad, sino que su abuela materna había fallecido por esta misma causa. "Podríamos decir que había un error de fábrica (ríe). Como era joven, me hice el test genético y ahí se detectó una mutación que me comentaron que, quizás, podría estar relacionada con el cáncer", dice.

Con la certeza del diagnóstico, las aprehensiones de Francisca cambiaron. Para ella, solo había una cosa importante en ese minuto: los efectos emocionales que podría tener su enfermedad en la crianza de los niños. "Lo primero que pensé fue en ellos, no tengo recuerdos de otro pensamiento o sentimiento que no sea chuta, son muy chicos, ¿qué hago ahora? No quería robarles la niñez por este escenario. Me sentía responsable de que tuvieran que vivir esta experiencia tan compleja", dice. 

Para poder resignificar esta vivencia y explicar lo que estaba pasando, fue clave el apoyo de su equipo médico. Francisca recuerda que, a medida que iba sintiendo los efectos de la quimioterapia, su oncólogo le iba explicando a sus hijos, con dibujos, qué era lo que producía este medicamento en el cuerpo de las personas. Así ellos entendían por qué su mamá había perdido el pelo y bajado de peso, y por qué se sentía tan cansada. "Ese acompañamiento fue terapéutico y permitió que se desarrollaran con total normalidad", dice. 

Entre tratamientos y cirugías, Francisca terminó sus estudios y empezó a trabajar en la misma empresa en la que se encuentra hoy en día. Se mantuvo activa porque, dice, era la única manera de sentirse bien consigo misma. Sin embargo, luego de terminar el proceso, sentía un temor latente a una recaída por la edad y forma en la que le había dado la enfermedad. Las probabilidades eran altas. Y así fue: en 2018, le detectaron otro tumor maligno. "Ahí sí vi todo negro y feo, porque recaer es sentir que no vas a salir nunca de la rueda. Como ya lo viviste, sabes a lo que vas con los tratamientos y entiendes que tienes que parar tu vida porque te sientes agotada. Mi mayor miedo era partir todo desde cero, porque pensaba que no me la iba a poder". 

Afortunadamente, en su caso, este segundo cáncer fue tratado con un medicamento que, tras un par de meses, la hizo entrar en remisión. "Ahí me pasó que nunca más tuve miedo de recaer, pero ahora vivo la vida con más prisa y a tope. Siento que veo las cosas más nítidas, porque cuando te enfrentas a la posibilidad de perderlo todo, hasta el sabor de un café te parece maravilloso”.

Después de pasar por esta vivencia, y con la idea de ser un aporte en la salud oncológica del país, Francisca Contreras se transformó en una activista por el cáncer. Hoy en día, pertenece al directorio de la Asociación Chilena de Agrupaciones Oncológicas (ACHAGO); la cual trabaja por mejorar las políticas públicas que abordan esta enfermedad en Chile. "Estar en esto me ha permitido tener más herramientas para entender las barreras que existen en las atenciones médicas por cáncer", dice y agrega que, además de empujar la Ley del Cáncer, uno de los puntos más importantes que se están impulsando desee ACHAGO es el Derecho al Olvido Oncológico. "No hace sentido que seamos la lista negra del país. Después de tener cáncer, quedamos en un expediente y no tenemos derecho a créditos hipotecarios, nos castigan las tasas de interés en los bancos, no podemos contratar seguros de salud, nos discriminan a la hora de contratarnos en trabajos, y así muchas cosas. Aún cuando tengamos exámenes que avalen que estamos sanos, no nos sacan esa cruz de la espalda". 

A ocho años de su primer cáncer, Francisca reflexiona que lo más importante para vivir un proceso así es pedir ayuda psicológica profesional desde el primer momento. Para ella, esa fue la clave de poder transitar este momento de la manera más tranquila posible. "Los miedos siempre están y son normales, porque crees que esta enfermedad siempre puede volver a aparecer. Es una carga constante y aunque la sociedad nos imponga a no tenerlos, es algo que pesa”, dice. “Ahora miro a mis hijos y me siento orgullosa de todo lo que pasé. Creo que la vida tiene un sentido más gratificante”.