Los mitos sobre la productividad que la neurociencia desmiente  

Los mitos sobre la productividad que la neurociencia desmiente


 

Vivimos en una sociedad en la que prima la creencia de que producir más, es mejor. Y desde hace algún tiempo, el boom de los hacks de productividad o trucos para ser más productivos se ha vuelto una tendencia mundial. Los hashtags #morningroutine o #rutinasaludable ya no sólo se ven en las cuentas de influenciadores en redes sociales —haciendo un llamado a seguir estilos de vida que prometían volvernos más productivos—, sino que se trata de un tema que también abordan profesionales y autores reconocidos. 

Aprender cómo podemos hacer más, lograr más y tener más, se ha convertido en un tema de tal interés que hay libros completos dedicados a promover diferentes estrategias y teorías respecto de la productividad, ya sea en el ámbito profesional, académico, deportivo o personal. Y se han convertido en algunos de los más importantes best-sellers de los últimos años.

Sin embargo, la evidencia científica muestra que nuestro paradigma en torno a la productividad, -construido sobre la premisa de que hacer más es mejor-, no es tan realista ni sostenible como proponen los autores y difusores de tendencias. Y es que existen muchas creencias vinculadas a la productividad que la neurociencia ha desmentido categóricamente.

 

1. El trabajo duro siempre trae recompensas

Probablemente, se trata de una expresión que todos hemos escuchado alguna vez y que se encuentra profundamente arraigada en nuestro paradigma respecto de la productividad. Sin embargo, la fórmula no es tan simplista. El cerebro humano es sensible al balance entre esfuerzo y recompensa que nos genera cada actividad. Por eso, al dejarnos convencer de que el trabajo arduo y los grandes esfuerzos son la única forma de obtener resultados, estamos generando una predisposición negativa. La mente percibe el costo de la actividad como un precio demasiado alto en comparación con el beneficio que obtiene y esto genera estrés y emociones negativas en las personas que afectan la productividad en el mediano y largo plazo.

 

2. Despertar de madrugada mejora la productividad

Una de las tendencias que ha tomado más fuerza en relación a la productividad y la eficiencia de las personas tiene que ver con los horarios. Y, al parecer, despertar a las 5, 4 o incluso a las 3 de la madrugada es un hábito que muchas personas exitosas han incorporado y aseguran es una clave para mejorar el rendimiento. Sin embargo, madrugar no necesariamente es una estrategia adecuada para todos. El sueño es la base de nuestra capacidad de funcionamiento y si despertar antes de que salga el sol reduce nuestras horas de descanso, esto puede traer más perjuicios que beneficios. No solo en la productividad, sino que también en la salud física y mental.

Según un estudio realizado en conjunto por especialistas en sueño de las Escuelas de Medicina de las universidades de Harvard, en Massachusetts, y Surrey, en el Reino Unido, la privación voluntaria de sueño en sólo dos semanas tiene efectos negativos. La publicación explica que las personas que inducen lo que se conoce como “deuda de sueño” muestran desregulaciones en el sistema endocrino y disminución de productividad y capacidad de mantenerse alerta.

 

3. Mantenerse ocupado para producir al máximo

Vivimos en una sociedad que asocia el estar ocupados o atendiendo muchas tareas a la vez con productividad y eficiencia. Sin embargo, diversos estudios han mostrado que nuestro cerebro no opera de forma óptima cuando trabaja en muchas cosas al mismo tiempo. El multitasking o la capacidad de hacer distintas tareas a la vez, es uno de los grandes mitos de la productividad porque, si bien es posible para muchas personas enfocar su atención y trabajar en distintos objetivos simultáneamente, esta no es la forma más efectiva de operar. 

Un artículo publicado por la Asociación Americana de Psicología aborda los resultados obtenidos por científicos que estudiaron en la práctica la performance de sujetos durante sesiones de multitasking. Los resultados obtenidos por un grupo de científicos en 2001 fueron categóricos: cambiar de tareas repetidamente sin concluir la anterior genera pequeños bloqueos mentales que dificultan empezar a trabajar en el nuevo objetivo. Estos lapsos de tiempo que el cerebro necesita para moverse de una actividad a otra pueden costarnos hasta el 40% de nuestro tiempo productivo.

La productividad es un tema que está rodeado de mitos y creencias que no necesariamente se ajustan a lo que muestra la evidencia científica. Si bien los conceptos propuestos en best sellers como Mañanas Milagrosas, Hábitos Atómicos o El Club de las 5 de la Mañana pueden ser inspiradores, aferrarse ciegamente a estrategias que prometen mejorar nuestro rendimiento no siempre es el mejor camino. Y los atajos, trucos o hacks que buscamos pueden convertirse en una tremenda presión por mejores resultados que, finalmente, genera más estrés y ansiedad que real productividad.