Mónica Retamal

Mónica Retamal: “Si me comparo con mis pares hombres, hice un mayor esfuerzo para llegar al mismo lugar”

Mónica Retamal lleva desde 1999 en el mundo de la tecnología. Primero, como empresaria en el rubro, donde, cuenta, vio poco a poco el nacimiento de la web en Chile: desde la exploción de Google hasta la aparición de las redes sociales, como las conocemos actualmente. Pero luego su experiencia laboral dio un giro radical en 2015 cuando, en medio de un cuestionamiento profundo sobre sus objetivos de vida, decidió fundar la organización Kodea, un emprendimiento social que tiene como misión democratizar el conocimiento digital. Esta organización no solo ha coordinado programas para instalar ciencias de la computación en los colegios, sino que también ha fomentado un desarrollo tecnológico inclusivo, liderando iniciativas de empoderamiento digital femenino.

Y es que según dice el área de la tecnología históricamente ha sido un espacio masculino, donde pocas mujeres alcanzan a desarrollar carreras profesionales, a raíz de estereotipos de género. “Recién ahora, de más vieja, me doy cuenta del tremendo esfuerzo que ha significado estar en este rubro. La verdad es que siempre he trabajado mucho, he construido mi propio camino, pero no puedo dejar de reconocer que seguramente, si me comparo con mis pares, tuve que hacer un mayor esfuerzo para llegar al mismo lugar. Porque mientras estaba parando una empresa, también tenía que preocuparme de la lactancia o de estar atenta de los niños. Tuve una carga adicional tremenda que no visualizaba, y nunca me quejé, pero ahora miro hacia atrás y no sé cómo lo hice”, reflexiona.

 

Estudiaste Periodismo, pero al poco andar decidiste cambiar de rumbo y dedicarte al mundo empresarial. ¿Cómo tomaste esa decisión?

Fue porque al salir de la universidad me ofrecieron un trabajo en una empresa de tecnología. Ahí se me abrió un mundo que desconocía completamente, en términos de conocimiento y de entender cómo funcionaban las organizaciones. Muy al inicio pude visualizar el tremendo potencial que tenía este rubro porque constantemente estás mirando el futuro. Se veía venir algo grande. Al corto andar, me independicé y junto a un socio decidí armar una empresa de desarrollo de páginas web. En ese entonces era joven y estaba en un momento donde internet recién estaba partiendo. En Chile había que explicar qué eran las páginas web a las organizaciones. La gente no entendía mucho cómo funcionaban. Así fue como me tocó ser parte de la historia de la web en Chile. He visto desde el nacimiento de Google hasta la irrupción de las redes sociales. Todo eso ha sido bien vertiginoso e interesante. Al final, me tiré a la piscina a trabajar en una de las industrias más complejas del planeta por su rapidez, nivel de obsolescencia y capacidad de adaptación. Desde que trabajo en esto, he tenido que cambiar mi empresa 25 veces, formar otras nuevas y repensar el modelo de negocios, porque las tendencias cambian todo el tiempo.

 

En 2015 decidiste fundar Kodea, una organización que busca potenciar talentos y democratizar el conocimiento del mundo digital. ¿Cómo nace esta idea?

A los 40 años tuve una crisis. Me vi en una empresa grande, con muchas horas de trabajo en el cuerpo y pensé: me quedan 20 años productivos, ¿a qué se los quiero dedicar?. Ahí me dije: lo que quiero es desarrollar una arista social, tener un trabajo con propósito. Quería desde mi conocimiento ayudar a otros a participar de esta disrupción digital en constante movimiento, y que es uno de los grandes cambios de la historia de la humanidad. Para mí, preocuparse de las futuras generaciones era muy importante. Así nació Kodea, y me dediqué de lleno al mundo social con todo el know how de haber dirigido empresas tecnológicas en mi ‘vida anterior’. Igual me sigo sintiendo empresaria, porque uno no puede renegar de sus hijos (ríe). Tengo un corazón empresarial y uno de emprendimiento social.

 

¿Qué es lo que más te ha llenado del trabajo que han hecho con la fundación?

Siempre lo más bonito es que cambias vidas. Eso es un privilegio y una responsabilidad. Colaborar para que una persona se empodere o para que pueda hacer un cambio en su vida o trayectoria laboral, es muy reconfortante. Pero también es una tremenda responsabilidad, porque el mundo digital, que es nuevo, tiene grandes dilemas éticos de los que nadie conversa. Nuestra gran colaboración es instalar estos temas sobre la mesa y abogar porque se empiecen a discutir. Estos temas son de urgencia, porque la política pública está concentrada en el ahora, y lo que hacemos nosotros es tratar de poner la conversación un poco más adelante: en cómo la educación se hace cargo de la tecnología y cómo el mundo del trabajo no se queda pegado y mira hacia el futuro. 

 

De acuerdo a datos de la Unesco, solo un 30 % de las profesionales que trabajan en tecnología son mujeres. Tú comenzaste en esta industria en 1999, en una época donde probablemente esa cifra era mucho menor. ¿Cómo te enfrentaste a ese desafío?

Creo que he sido tremendamente privilegiada toda mi vida, pero recién ahora de más vieja me doy cuenta del tremendo esfuerzo que ha significado. La verdad es que siempre he trabajado mucho, he construido mi propio camino, pero no puedo dejar de reconocer que, seguramente, si me comparo con mis pares, tuve que hacer un mayor esfuerzo para llegar al mismo lugar. Porque mientras estaba parando una empresa, también tenía que preocuparme de la lactancia o de estar atenta de los niños. Tuve una carga adicional tremenda que no visualizaba, y nunca me quejé, pero ahora miro hacia atrás y no sé cómo lo hice. Trabajando en temas de género y empoderamiento digital femenino me doy cuenta de lo desigual que es la cancha. Todos los días vemos lo que significa, por ejemplo, que una mujer vuelva a estudiar. Y es importante, ya que cuando ves a las emprendedoras ves cómo cuando una mujer crece, le va bien a la familia entera. 

 

Y a nivel general, ¿cómo se vive esa brecha de género?

Particularmente en tecnología casi no hay mujeres. La participación laboral en el área es bajísima y cuando se hace un doble click para entender por qué, te das cuenta que todo parte en las escuelas, donde a las niñas se les dice que no importa que no sean tan buenas para las matemáticas o donde los mismos padres aportan a replicar sesgos de género. En televisión generalmente los personajes de tecnólogos son hombres y pareciera que cuando hay una informática, es una a la que no invitaron a la fiesta. Es por esto que hemos trabajado en relevar estereotipos positivos. Debemos mostrar el lado brillante de la tecnología. Aquí hay una oportunidad impresionante para las mujeres. Los mejores salarios del mundo son los de esta área. La capacidad de innovación es tremenda. Hay una posibilidad de desarrollo enorme y por eso debemos abogar para que las futuras generaciones se interesen por este tipo de oficios y carreras de manera más masiva. 

 

Durante tu trabajo empresarial has recibido varios reconocimientos. En 2015 recibiste el premio Mujer en Tecnología de Chiletec y en 2016 el premio por la Exportación de Servicio de la Sofofa y el Ministerio de Hacienda. Además, fuiste nombrada parte de las 100 Mujeres Líderes según El Mercurio. ¿Cómo recibes estos premios?

Me cuestan un poco, pero en los últimos años esos reconocimientos han estado asociados al trabajo de la Fundación y a nosotros eso nos sirve porque se visibiliza la causa. Me parece que el trabajo que hacemos como Kodea es muy importante. Se hace en equipo, con cariño. Somos un grupo de personas sensibilizadas por el propósito de vida que está detrás. Y recibo esos reconocimientos en nombre de todos, más que como persona individual. 

 

Con tu experiencia en el rubro, ¿qué consejos te hubiese gustado escuchar cuando estabas comenzando tu carrera? 

Soy autodidacta y siempre digo que me hubiese ahorrado problemas si me hubiese puesto a estudiar. Porque como periodista dándoselas de empresaria, tuve que aprender a puros costalazos. Además, creo que pedir ayuda es fundamental. A las mujeres nos cuesta eso, pero hay que hacerlo: contactarse con otras y otros, y trabajar en red. Fue algo que aprendí más de vieja. Es imposible que uno se las sepa todas. Y esto no solo genera réditos personales, sino también económicos. Cuando me pegué el salto empresarial fue porque decidimos -con una pyme chica, de 50 personas- fusionarnos con otra empresa, que es algo que en Chile no se da mucho, pero que en Estados Unidos es súper común. Esa cultura de colaborar y juntarse a trabajar está poco instalada. Se habla mucho de esto, pero a la hora de sentarse a la mesa empiezan los tironeos y no se llega a acuerdos. Llevar la colaboración a algo más radical es algo que recomiendo. Tiene sus complejidades, pero es interesante de explorar.