Nadia Valenzuela

Nadia Valenzuela, profesora y ganadora de Global Teacher Prize 2019: “Se me abrió un mundo. No me veo siendo profe de lenguaje o matemáticas, porque esto es lo mío: soy amante de la naturaleza y el medio ambiente"

Con los pies en la Tierra, pero con el corazón en el cielo. Así se describe la profesora de Ciencias Naturales, Nadia Valenzuela (41) que en 2019 fue ganadora del Global Teacher Prize Chile, un galardón reconocido a nivel mundial como el “Nobel de la Enseñanza” y que se entrega a los docentes de país que realizan acciones transformadoras para sus estudiantes y comunidades.

Nadia es de esas profesoras que marcan la vida de sus alumnos. Durante sus 17 años de carrera profesional se ha propuesto como meta ir más allá de lo tradicional, haciendo de la sala de clases un espacio entretenido y caldo de cultivo para la creatividad e innovación. Así, -por ejemplo- ha colaborado con organismos como la NASA, que donó a la Escuela Hermanos Carrera (donde trabaja) unos instrumentos para realizar experimentos de microgravedad junto a sus alumnos. “He entendido que estamos educando a niños de otra generación, entonces me he apoyado en una base de contactos que he hecho sola para poder hacer cosas innovadoras como ésta. Todo ha sido por iniciativa personal y el espíritu inquieto que me llama a estar a la vanguardia”, cuenta.

En este espíritu de hacer de la enseñanza un espacio creativo, ha llevado a sus estudiantes a reforestar bosques o limpiar lagos para cuidarlos de plantas acuáticas invasoras. Incluso, una vez, los invitó a mandar sus nombres por sonda espacial de la Nasa a Marte. Actualmente, sus días pasan ocupados, pues, junto a su hijo de 10 años, creó un taller de Astronomía Inclusiva para personas con discapacidad visual, además de una fundación que tiene como objetivo ser un referente para las escuelas que cuentan con altos índices de vulnerabilidad social. “Queremos ser un aporte a la educación de una forma más conocida, para llegar con apoyo socio-emocional a cada estudiante que lo necesita. Nuestra idea es apoyarlos a ellos y a sus familias. Ser como sus hadas madrinas para poder solucionar sus problemas”.

 

Estudiaste Pedagogía General Básica, pero te especializaste en Ciencias Naturales, ¿de donde viene tu amor por esa área? 

 Crecí en un entorno con muchos libros y donde no había ni televisión ni objetos tecnológicos, entonces mi entretención era leer. Mi libro favorito ahí era un herbario que mi papá había construido cuando era profesor, donde salían los distintos tipos de hierbas y sus nombres científicos. En general, mis papás siempre fueron muy intelectuales.

 Más adelante, cuando ya entré a estudiar pedagogía, tuve afinidad a las Ciencias Naturales porque me di cuenta de que están presentes en todos los ámbitos de la vida. Se me abrió un mundo. No me veo siendo profe de lenguaje o matemáticas, porque esto es lo mío: soy amante de la naturaleza y el medio ambiente.

 

Dentro del ámbito científico, también has mostrado mucho interés por la Astronomía. De hecho, te ganaste una beca para especializarte en la Universidad de Heidelberg, Alemania. ¿Eso también fue algo que descubriste en la universidad?

 

Creo que desde la Tierra pasé al cielo porque ahí se conjuga todo, pero mi amor por la Astronomía empezó a los 8 años. En ese período, hubo un evento astronómico que me marcó profundamente: cuando pasó el cometa Halley. Me acuerdo que mi papá nos subió a mí y a mi hermano al techo de la casa y me explicó que, cuando tuviera 87 años, eso que vi pasar por el cielo, iba a volver. Lo vi con unos binoculares y fue maravilloso. Sentada en las tejas de mi casa, me di cuenta de la grandeza del universo y lo pequeños que somos los seres humanos. Esa fue una lección que me quedó para toda la vida y que me ha permitido tener los pies en el suelo. Desde entonces, miro el cielo todas las noches con la esperanza de ver al cometa Halley y decirle a mi papá: ‘te equivocaste, pasó y lo vi’.

 

Hace poco empezaste a dictar talleres de Astronomía Inclusiva, ¿En qué consiste esta iniciativa?  

Todo esto partió con la inquietud de mi hijo que tiene 10 años, que un día me preguntó: ¿Cómo lo hacen los niños ciegos para aprender sobre el cielo? Como me gusta bordar y tejer, un día empecé a probar y me di cuenta que el tejido queda con textura. Entonces empecé a investigar cómo enseñar Astronomía a personas ciegas. En general, no había mucho, entonces creé un método propio para enseñarles la forma de las estructuras cósmicas. Con lana, lentejuelas o perlas, creamos texturas para que las personas toquen y, con eso, uno les va contando qué es lo que ellos sienten ahí, que puede ser los anillos de Saturno, los cráteres de la Luna o la gran mancha roja de Júpiter. Ha sido una experiencia maravillosa que me ha hecho crecer mucho como persona y me ha ayudado a acercarme más a mi hijo. Con estas cosas, trato de inculcarle el cuestionamiento, para que no pierda la capacidad de asombro.

 

Además de esos talleres, trabajas en la Escuela Hermanos Carrera de la comuna de Ángol, un establecimiento con un alto índice de vulnerabilidad social, que -en tu caso- no ha sido un impedimento para hacer de la sala de clases un espacio de entretención y aprendizaje, ¿Cómo describirías tu metodología de enseñanza?

Creo que estamos educando a una generación de niños y niñas que aprenden de una forma distinta a la de la década del 80. Es un gran error del sistema educativo no entender eso. Al principio, me daba cuenta que los estudiantes se aburrían en clases o estaban desmotivados. Y uno como profesor de Ciencias compite con asignaturas muy dinámicas como Educación Física, Arte, Tecnología. Entonces, después de probar muchos métodos, logré que mis alumnos engancharan cuando apliqué el aprendizaje basado en retos o challenges, donde los involucro con una problemática real que haya en su localidad, y en base a eso tienen que encontrar una solución. Para eso, hay que leer, buscar bibliografía, encontrar información en internet. Trato de que mi enseñanza sea colaborativa e integral por el entorno en el que me desenvuelvo.

 

¿Y qué ha significado, para ti como docente, trabajar en un colegio con vulnerabilidad social?

Creo que ahí es donde realmente se hace patria y donde tú logras cambios en los niños que tienen carencias y necesidades. Siento que este trabajo también me conecta con mi infancia, y eso hace que ame día a día mi profesión, porque quiero que ellos salgan adelante. Trato de estar presente en los ejes más críticos, porque eso es lo que genera cambios y crea aprendizajes significativos en los alumnos. En todo este tiempo he tenido muchas ofertas de cambio de colegio o incluso en universidades, pero en el nicho de los jóvenes es donde veo los cambios. Eso te genera desafíos como persona. Siempre he visto la docencia como lo que hacen los alfareros con la greda, porque de mi desempeño depende que esa obra de arte que hago con mis estudiantes, llegue a un museo y sea admirada por muchos. Entonces, es un gran trabajo, donde he crecido mucho como persona y he aprendido a valorar lo simple. Es un trabajo agotador, pero cuando te acuestas, es muy gratificante. Compartir con niños con tantas necesidades económicas y emocionales me mantiene con los pies en la tierra.

 

En tu propuesta de enseñanza, ¿Qué valor tiene para ti la innovación en contextos de vulnerabilidad?

Es clave, porque todos fuimos ese alumno sentado 90 minutos, mirando la pizarra, mientras el profesor escribía. Eso no es estrategia metodológica, en la medida que no genera aprendizaje. Porque no sabes qué pasa por las cabezas de esos estudiantes y si están aprendiendo o conectando contigo o no. Para mí innovar no es tener grandes equipos computacionales, sino que la innovación se puede hacer con papel y tijera, con lápices y plumones, con arena o harina, utilizando todos los recursos que hay alrededor. Eso es a lo que los alumnos les llama la atención. Se puede hacer una clase muy innovadora con una planta y un macetero. Se puede hacer una charla magistral solo con eso porque puedes enseñar sobre fotosíntesis, crecimiento de plantas, microorganismos, medir calidad del suelo, calidad microbiana. Es así de simple. De la mano de la educación tiene que ir la innovación porque si no, vamos a seguir formando a una generación de niños y niñas que se van a aburrir en la sala de clases. Hay que sorprenderlos con esas cosas.