Procastinar

¿Por qué procrastinamos?


La palabra procrastinar se define como el acto de posponer una actividad de forma voluntaria incluso sabiendo que esto traerá consecuencias negativas. Pero, más allá de que esas repercusiones, el rechazo que nos genera tiene que ver, la mayoría de las veces, con la carga negativa que acompaña a este concepto: ser flojos. La razón podría ser que vivimos en una sociedad que valora de forma exacerbada la productividad y la actividad a paso acelerado y dejar para mañana lo que podríamos hacer hoy es visto con malos ojos.

De acuerdo con el estudio “Procrastinación y su impacto en el mundo laboral” conducido por un grupo de investigadores estadounidenses y canadienses, entre un 15% y un 20% de la población adulta es considerada procrastinadora crónica. Un 25% de los encuestados considera que, el procrastinar, es uno de sus rasgos de personalidad característicos.

Si bien el estudio sobre cómo el posponer nuestras actividades impacta el día a día, el estudio señala que las mujeres en promedio procrastinan menos que los hombres. Más allá de esta cifra, la tendencia a posponer actividades en la población femenina va en alza. Tatiana Mechasqui, psicóloga clínica y coach especializada en temas vinculados a mujeres autoexigentes y con altos niveles de autocrítica explica que, en su experiencia, la cantidad de pacientes que consultan por estos temas ha aumentado considerablemente en el último tiempo. La terapeuta agrega que son precisamente las mujeres high achievers, las que se preocupan y consultan con especialistas cuando se dan cuenta que la procrastinación se está haciendo parte de su rutina y lo perciben como un defecto o un problema.

Sin embargo, Tatiana Mechasqui es tajante en aclarar que la procrastinación se asocia mucho más con el perfeccionismo que con el desgano o desinterés. La especialista agrega que estos procesos pueden incluso ocurrir a nivel subconsciente y, sin darnos cuenta, nos detenemos a nosotras mismas frente a un desafío incluso antes de comenzar. La mente pospone ese primer paso apoyándose en toda clase de excusas que funcionan a nivel consciente pero que, en realidad, se trata de una conducta motivada por miedo a equivocarnos o a que los resultados no sean lo que esperamos.

“Las mujeres tendemos a ser muy exigentes con nosotras mismas y hemos vivido en una cultura que por años ha reforzado esta idea”, explica Tatiana. Los imperativos sociales como ser la mamá ideal, perseguir una imagen corporal perfecta y una carrera laboral exitosa han ido configurando la manera en la que muchas mujeres sienten que deben ser vistas para ser queridas y sentirse suficientes. “Empezamos a dar estos pasos al lado por miedo a que no vamos a dar el ancho”, agrega la psicóloga.

No entender la verdadera raíz de la procrastinación nos atrapa en círculo vicioso, genera ansiedad y frustración, además nos impide avanzar y crecer de la forma en la que naturalmente todos los seres humanos lo hacemos: cometiendo errores y aprendiendo de ellos.