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Soft power, ¿el poder femenino?


Desafíos del mundo actual como la equidad de género, la inclusión de minorías o la violencia contra la mujer no son temas simples de resolver. Si bien aplicar políticas rígidas y de coerción pueden parecer fórmulas efectivas para lograr resultados rápidos en cualquiera de estos ámbitos, esa tradicional noción del poder como la capacidad de imponerse sobre otros no necesariamente ayuda a resolver problemas o desenredar situaciones. Los grandes temas requieren cambios culturales y de paradigmas que se van gestando a través del ejercicio de otro tipo de poder: el soft power.

El soft power es un término que se popularizó en la década del 90 —a través del libro del cientista político de la Universidad de Harvard, Joseph Nye— y que se utiliza ampliamente en la política, pero que también es aplicable al liderazgo laboral. Se opone a la idea de lograr objetivos usando la fuerza, porque se define como la “capacidad de atraer para alinear intereses”. Los autores Richard Daft y Dorothy Marcic definen el soft power como “influencia basada en la construcción de relaciones positivas y credibilidad personal”. En este sentido, ambos académicos sostienen que un líder o manager puede utilizar esta estrategia cuando busca “lograr acuerdos para una nueva estrategia o generar consenso para un cambio”.

Sin embargo, a pesar de que las ventajas y beneficios del soft power han sido ampliamente reconocidas por los especialistas, muchas veces los líderes subvaloran su verdadero poder para lograr objetivos y cumplir metas en el campo laboral. Los conceptos que se usan para describir el soft power —apertura, calma, atractivo, carisma— son nociones que se suelen asociar a lo femenino y que, por ende, durante mucho tiempo se han visto como estrategias de segunda categoría o menos efectivas.

Este tipo de liderazgo se podría entender como el poder de las mujeres, ya que socialmente son vistas como menos confrontacionales y más orientadas a la búsqueda de consensos que los hombres. Según un artículo publicado por Harvard Business Review, son efectivamente las mujeres quienes tienden a utilizar el soft power a través de herramientas como el diálogo y el compromiso por sobre la amenaza de fuerza, violencia o exclusión. “Investigaciones han mostrado que las mujeres son excelentes mediadoras, generadoras de redes y que ponen un mayor énfasis que los hombres en la construcción de relaciones con los demás”, explica la publicación.

Creer que el soft power es una herramienta poco efectiva en el campo del management es un error. Y uno importante. Porque saber influir y motivar, más que ordenar e imponer, son herramientas clave para cualquier líder en el ambiente laboral actual. La ventaja del soft power como una estrategia que no depende de un título ni una posición jerárquica, es innegable. Cuando basamos nuestras políticas y soluciones en el soft power, es posible realizar cambios que trascienden y perduran en el tiempo. Tal como lo requieren los principales desafíos de hoy.