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Tradiciones de diciembre: Mujeres que inspiran en Navidad


A medida que la temporada navideña nos envuelve, hay algo verdaderamente mágico en las tradiciones compartidas y los recuerdos preciados que hacen de la Navidad un momento de alegría y conexión. Aquí compartimos algunos de los recuerdos, tradiciones o costumbres navideñas que marcaron la infancia de algunas de las Mujeres que inspiran de She’s Mercedes en este 2023.

Ximena Abogabir (76), cofundadora y vicepresidenta de Travesía 100

“Cuando mis hijos crecieron, todos terminaron emigrando a países extranjeros y, por eso, la Navidad era el momento de encuentro para nosotros como papás, pero también como abuelos. La reunión familiar —que incluía a los hijos y a los 6 nietos— se celebró por años en una parcela en Olmué. A mí, que siempre me ha gustado tejer, se me ocurrió en algún momento tejerles chalecos a cada uno de los nietos en distintos colores según la edad. Así, ellos podían reconocerse como primos de edad similar entre la gente, en una época en la que la comunicación digital todavía no era la norma entre niños tan chicos y esas Navidades eran el único momento de encuentro entre ellos durante todo el año.

Recuerdo que una vez, mientras cosía los botones de los chalequitos que había tejido a petición de Magdalena, mi nieta mayor, desapareció uno de los chalecos ya tejidos. Como no podíamos encontrarlo por ninguna parte, se me ocurrió contarle a los niños que probablemente se lo había llevado un duende que vivía en la parcela. Les expliqué que el duende, que se llamaba Bo,  era el encargado de cuidar y mantener llenos los manantiales de la parcela mientras nosotros no estábamos y que íbamos a tener que ir a hablar con él para recuperar el chaleco.

En ese momento, organizamos una pequeña excursión al lugar del bosque donde vivía Bo para pedirle que nos devolviera el tejido. El truco era que solamente la abuela podía escuchar y hablarle a Bo. Y mis nietos que eran todavía pequeños, estaban seguros que Bo y yo teníamos esa comunicación especial. Cuando le pedí que devolviera el chaleco, les expliqué a los niños que Bo había decidido esconderlo en la casa, porque le gustaban las travesuras.

Al día siguiente fuimos nuevamente, esta vez a su mismísima casa, diciéndole que nos dábamos por vencidos y que, por favor, nos devolviera el chalequito porque Isa, su dueña, tenía frío en la noche. Nos respondió lo mismo y esta vez nos aplicamos todavía más en la búsqueda hasta que lo encontramos. Escondido dentro de una bota. Los cuentos y las historias de duendes siguen dando vueltas en la familia, desde que Bo escondió el chaleco. El recuerdo de las miradas de admiración de mis 6  nietos, simplemente maravillosas, lo llevo siempre conmigo”.

Enriqueta Valdes (39), conductora de bus de transporte público

“Una tradición de Navidad que teníamos en mi familia cuando era niña era la preparación de la comida navideña que hacía mi papá. Él siempre fue el cocinero en la casa,  pero para la noche del 24 de diciembre preparaba todos los años la misma receta de pollo arvejado. Lo recuerdo en la cocina esas vísperas de Navidad en las que salía un poco más temprano de su trabajo para empezar con tiempo la preparación de la cena. Yo miraba con atención cómo cortaba cada verdura y preparaba cada ingrediente, de forma muy meticulosa, para esta ocasión especial.

Una vez que el plato principal estaba listo, no podíamos sentarnos a comer todavía porque todos en la familia teníamos que ir a la Misa de Gallo que, si bien no se celebraba justo a media noche, comenzaba bastante tarde. Cuando volvíamos a la casa ya eran casi las 12. Eso nos daba un poco de tiempo a los 5 hermanos para darnos cuenta que, debajo del árbol, habían aparecido un montón de regalos, dulces y cosas lindas que no estaban cuando habíamos salido a la misa. Esta era la señal de que había pasado el Viejo Pascuero y era hora de comer, para después poder abrir entre todos los regalos.

Creo que nunca cuestioné mucho la procedencia de los regalos navideños, porque en ese entonces éramos muy inocentes. Tampoco llegué a descubrir cómo mis papás o los adultos de la familia ponían los regalos debajo del árbol sin que nadie se diera cuenta, porque nos íbamos todos juntos a la misa y nadie faltaba. Yo, por mi parte, quise replicar esa misma escena que me llenaba de alegría cuando era niña con mi hijo y cuando era más chico me gustaba sorprenderlo con los regalos que mágicamente aparecían mientras nadie estaba mirando. La tradición se fue perdiendo cuando falleció mi tía y algunos años después mi papá. Pero, además, creo que las generaciones actuales de niños no tienen la misma ingenuidad y sería difícil sorprenderlos de la misma manera. Por mi parte aprendí la receta del pollo arvejado exquisito que preparaba mi papá”.

Macarena del Sante (44) - Ex piloto Rally

“Durante toda mi infancia y adolescencia -y los años en los que mi abuela materna todavía estaba viva-, la Navidad se celebraba con toda la familia en su casa. En total éramos más o menos 30 personas y, la tradición familiar, era que teníamos que vestirnos con al menos una prenda roja ese día. Además, no se permitían jeans o buzos, ni cosas muy informales. La idea era prepararse para una ocasión especial y cumplir con la regla del rojo en un accesorio, un detalle o en la tenida completa.

Cuando ya habían llegado todos podíamos empezar la cena, que cada año era la misma: jamón curado que hacía mi abuela con clavo de olor y piña. Ella preparaba el trozo de jamón con anticipación para que el clavo de olor impregnara el resto del plato. Se cocinaba al horno y tenía unas decoraciones de piña glaseada. Era un gran esfuerzo para ella preparar todo eso que sólo se podía comer en Navidad pero que, realmente, a nadie le gustaba. No sé a quién se le habrá ocurrido combinar clavo de olor y jamón curado, pero para mí nunca tuvo sentido esa mezcla de sabores. De todas maneras, había que comerlo porque a ella le encantaba, y siempre estuvo convencida de que a todos nosotros también”. 

Valentina Gran (37) - Directora ejecutiva de Fundación por una carrera

“Soy la más chica de siete primos, por lo que desde que tengo uso de razón siempre existió la tradición navideña del Viejito Pascuero que pasaba en la noche por la casa. A pesar de que nunca lo vimos, creímos que venía y que justo estábamos distraídos o mirando hacia otro lado cuando él aparecía. Me acuerdo que los adultos nos decían: ‘¿Pero cómo no lo viste, si ahí estaba recién?’ No sé hasta qué edad siguieron con esa actuación.

La casa en la que nos juntábamos todos para Navidad era la de mis abuelos, en Los Andes. Es una casa de campo y tiene tres patios: uno delantero, uno trasero y uno interior. Recuerdo que había un pasillo que daba al patio interior y ahí es donde hacíamos generalmente el aperitivo antes de la comida. En ese patio también jugábamos todos los primos y los nietos más pequeños, nos íbamos al patio de atrás. Pero la regla era que no podíamos usar el pasillo que daba al jardín delantero, porque, desde ahí, un enorme ventanal permitía ver lo que estaba pasando en el living, que era el centro de la sorpresa para nosotros. Nosotros como niños tratábamos de pasar rápido a ver si alguno lograba cruzar sin que nadie nos viera, poder espiar un poco y ver los regalos por adelantado. 

Partía la tarde jugando en la piscina y como cada familia estaba a cargo de alguna parte de la celebración, había que esperar bastante hasta la hora de abrir regalos. Una familia se dedicaba a hacer el aperitivo, otra se dedicaba a hacer la ensalada, otra hacía las carnes y mi abuela era quién estaba a cargo de los postres, incluida su tradicional y muy famosa torta de nuez. A eso de las 19:00 empezaba el aperitivo en el patio interior, luego venía la comida y la sobremesa en la que los adultos conversaban y nosotros jugábamos tratando de pasar el tiempo rápido, porque solo a las 12 en punto se abrían los regalos.

Cuando llegaba ese momento, corríamos todos los niños al living. Ahí nos estaban esperando todos los regalos que había dejado el Viejito Pascuero. Creo que en una oportunidad vi a mi mamá envolviendo algún regalo, pero igual me gustaba la idea de toda esta magia de ver el árbol de Navidad, las luces y las botas llenas de dulces.

Me encantaría replicar esas tradiciones en el futuro con mi familia y reunirme con todos mis primos y tíos para celebrar. Tengo muy bonitos recuerdos de familias reunidas, todos juntos y con muchos niños de la misma edad. Creo que los hitos y las tradiciones son fundamentales, porque evocan el recuerdo y generan un lazo mucho más fuerte con los demás. Más que el regalo en sí, recordar la magia de poder juntarnos todos, de comer rico la noche de Navidad y los días siguientes seguir con todos los postres y cosas que habían sobrado del 24”.