Ximena Abogabir: “Soy una persona que tiene el servicio como hilo conductor de su vida”
El inicio de la carrera de Ximena Abogabir coincidió con una década turbulenta. Egresó de periodismo en la Universidad de Chile en 1970 y se inclinó por las relaciones públicas. Esa decisión, sin saberlo, desencadenó una serie de situaciones que la llevaron a conocer a las personas correctas en los momentos indicados. Y a conformar equipos y ser parte —y muchas veces gestora— de proyectos que dieron forma a una larga carrera dedicada a las comunicaciones pero, sobre todo, al servicio. “En mi primera etapa fui cofundadora de la agencia de publicidad Porta. Ahí aprendí muchísimo”, cuenta.
Pero en el año 83, Ximena comenzó a disminuir de forma progresiva su participación dentro de la agencia para dedicarse a un nuevo proyecto. Uno radicalmente diferente, que poco tenía que ver con el mundo de la publicidad comercial, pero que se relacionaba de forma estrecha con la contingencia. “Ahí fue cuando creé Fundación Casa de la Paz”, recuerda, una organización sin fines de lucro que, junto con un grupo de personas, conformó con el objetivo que desde Chile se promoviera la paz a nivel global. En un momento histórico en el que, en palabras de Ximena: “el mundo se encontraba muy cerca de una tercera Guerra Mundial”.
“Lo primero que quisimos hacer fue hablar de la paz misma, como ausencia de guerra”, recuerda. Ximena explica que, ya en 1987, el tema de la paz se volvió especialmente relevante en la realidad local, porque con la inminente caída del muro de Berlín, y el fin de la Guerra Fría, comenzaron también a caer las dictaduras en Latinoamérica. “Ahí nos empezamos a dar cuenta de cómo todo estaba conectado”, comenta. Sin embargo, los miembros de la fundación siempre tuvieron una visión de la paz como un todo, y no como un estado externo al ser. “Desde ese momento, nosotros estábamos preocupados de la paz con la humanidad, pero también de la paz con la naturaleza y de la paz con uno mismo. Siempre entendimos que el concepto de paz iba mucho más allá que solamente la ausencia de la guerra; estábamos preocupados de la paz mundial, del mundo indígena, de la salud natural y alternativa. Todos temas que parecían muy hippies, pero que ahora están instalados en la cultura”, explica.
Y si bien la participación de Ximena como una de las creadoras e ideólogas detrás de la Fundación de Casa de la Paz puede parecer un giro en 180 grados respecto de quien desarrolló una exitosa agencia de publicidad, este cambio no fue un desvío ni un giro radical. “Soy una persona que tiene el servicio como hilo conductor de su vida. Y por eso estudié periodismo y en la Universidad de Chile, porque me interesaba entender los dolores desde las comunicaciones”.
Ximena no le tiene miedo a los cambios ni a los desafíos en su carrera profesional. Tampoco se aferra a los proyectos que ha creado. Más bien se siente libre para dejarlos ir y seguir su curiosidad hacia dónde la lleve. Fue así como llegó a desarrollar Travesía 100, que nuevamente poco tiene que ver con sus proyectos anteriores.
“Soy una persona muy sana, porque innatamente busco y elijo todo lo que está en el checklist que te recomiendan para llegar bien a los 80, a los 100 o a los años que sean”, comenta Ximena, y golpea un mueble de madera tres veces para mantener esa buena fortuna con ella. Explica que disfruta de forma natural la comida saludable y que el ejercicio es algo que ha sido parte de su rutina desde que era niña. “Tengo un millón de amigos, la parte relacional y espiritual está bien. Tener mis finanzas equilibradas, también. El decálogo del buen envejecimiento lo he tenido intuitivamente”. Por todas estas razones, explica que siempre tuvo la percepción de que iba a vivir una vida longeva y saludable. Una combinación que pocos tienen el privilegio de alcanzar.
“A los 50 años, cuando egresé de la ginecóloga y pasé a una geriatra, le pedí que me ayudara a llegar bien a los 100. Porque sabía que iba a llegar”, dice. Cuando pasó la marca de los 70 años, por fin notó que había llegado realmente la vejez, porque cambió su percepción sobre sí misma. Conversando con amigos se dio cuenta de que a muchos les pasó lo mismo. “En ese momento, me metí a investigar diplomados sobre el tema. Y aunque me interesé por estudiar sobre envejecimiento, solo encontré cosas dirigidas hacia el asistencialismo”, explica. Pero asistir, poco o nada tiene que ver con la visión de la vejez que Ximena tiene en mente para los adultos mayores. “A mi siempre me ha gustado Twitter, así que empecé a buscar conceptos como ‘envejecimiento activo’ o ‘envejecimiento positivo’ y encontré puntas de la madeja. Así me di cuenta de que la problemática en todo el mundo era igual”. Así nació Travesía 100.
Uno de los focos de la fundación que creó Ximena -y de la que es una de las directoras-, es contribuir a la digitalización de los adultos mayores. Porque para ella el discurso de “cuidar a los abuelitos” no corre. Tampoco el de que los mayores de 60 ya no pueden integrarse al mundo digital, porque es demasiado tarde para aprender algo así de nuevo. “Me miré a mí misma y a mi gente y vi que nosotros estamos cuidando a otros. Y que sí nos digitalizamos”, aclara enfática. Así como en su momento una de sus banderas de lucha fue la paz, hoy es la digitalización de la población adulta mayor. Porque para Ximena los no puedo, no existen.